Septiembre es un mes del año en el que el huerto da muchísimas alegrías. Posiblemente es el mes en el que más puedes disfrutar del placer de comer de las plantas que tanto has cuidado estos últimos meses.
Si has puesto una tomatera en el balcón te estará dando sus mejores frutos, si tienes una albahaca en el alféizar de la ventana, estará embriagando con su olor y mejor sabor en tus platos de pasta y si has plantado lechugas de manera regular, tendrás coloridas ensaladas todas las semanas.

Son los frutos del esfuerzo. De toda la planificación de siembras, de plantar y cuidar aquellas pequeñas plantas que eran hace unos pocos meses.
Los peligros a los que te has enfrentado, un caracol que ha comido más de la cuenta, una fuga en el riego cuando las plantas están pequeñas, las “preciosas” mariposas blancas revoloteando por el huerto…..
Pero… por fin!! Ha llegado una de las mayores y más variadas recompensas del año.
Cosechar los frutos anima mucho. Compartir esa variedad de tomate con la que has estado aburriendo a la gente, es compartir alegría. Es compartir historia, tradición y cultura.
Los huertos están al máximo de producción y seguramente que en casi todas las visitas salgas con cajas llenas de deliciosos manjares.

Siguiendo un poco la linea de los últimos artículos publicados en HG.com sobre el desarrollo de la alimentación y de los alimentos contaminados, este artículo trata sobre el esfuerzo y el placer de comer de tu huerto y producir tu propia comida.
Vamos hacer un recorrido por el maravilloso huerto de septiembre.